Risotto de autor: receta gourmet para replicar en casa
- Autor: Analia Pinto
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- Risotto de hongos, vinos elegidos con criterio y una receta nacida del intercambio entre estudiantes. La historia de un plato que sabe a encuentro y tiene nombre propio: Risotto a la Tif.
Hay recetas que nacen en soledad, frente a una tabla de picar y una olla que humea. Pero hay otras que se construyen entre charlas, risas, copas compartidas y —¿por qué no?— discusiones sobre ingredientes. Porque, claro… en la cocina también se genera debate.
La elección del arroz fue un tema: ¿Carnaroli o Arborio? Aunque aseguran los que saben que el Arborio funciona muy bien, resultó elegido el primero por su firmeza y capacidad de absorción. El siguiente punto de discusión fue el queso, mientras algunos defendían el clásico Parmesano, otros preferían el sabor intenso del Sardo. Por fin acordamos que lo importante es la buena calidad y que el queso se integre en caliente.
Entre mensajes, notas de voz y recetas cruzadas, se cocinó más que un plato: se tejió comunidad. Y en el centro de esa cocina se recreó la receta de Tifanny Barreto, elaborada con la colaboración de Julia Varela, el aporte a la distancia de Josué Castelnuovo y los comentarios siempre sabrosos de un grupo de estudiantes que también se sienten un poco cocineros.
Así nació este Risotto a la Tif, cuando una simple reunión de trabajo gourmet se convirtió en una clase viva de cocina, en una noche cualquiera que devino en encuentro, amistad y vino.
Y como toda buena receta, merece ser compartida.
Ingredientes para mas de 8 personas
Para el risotto
Cebolla blanca: 340 gr
Ajo: 5 dientes
Aceite de oliva: 200gr
Aceite común: 90 gr
Arroz para risotto (Carnaroli o Arborio): 1,300 gr
Vino blanco seco: 240 gr
Hongos secos: 100 gr
Queso sardo o parmesano: 125gr
Manteca: 30 gr
Sal y pimienta: a gusto
Para la decoración
Portobellos frescos: 10 unidades
Aceite, sal y pimienta
Preparación
Hidratación de hongos secos: Cubrir los hongos secos con agua y dejarlos reposar durante 30 minutos. Reservar tanto los hongos como el agua.
Sofrito base: En una sartén grande, calentar la mezcla de aceites. Sofreír la cebolla picada en doble cincelado y los ajos hasta que estén transparentes, sin dorar.
Tostar el arroz: Incorporar el arroz y remover durante 2 minutos hasta nacararlo. Agregar el vino blanco y cocinar hasta que el alcohol se evapore.
Agregar los sabores: Incorporar poco a poco el líquido de hidratación de los hongos, colado, y luego los hongos hidratados. Remover constantemente, como dicta la tradición del buen risotto.
Final y brillo: Con el fuego apagado, añadir el queso rallado y la manteca. Si se desea, sumar un chorrito de aceite de trufas para un toque de elegancia y aroma.
Decoración: Saltear los portobellos cortados en cuartos con aceite, sal y pimienta. Servir sobre el risotto como decoración (y tentación).
Nota del chef: El aceite de trufas es opcional, (pero aporta un plus de sofisticación).
Cada quien puso algo sobre la mesa, hubo quien aportó un tinto robusto, otro se decidió por un blanco frutal y entre los quesos y demás suministros, se improvisó un delicioso aperitivo, pleno de sonrisas.
Y como en encuentros como estos no puede faltar un sommelier, William Sardinas, compañero de cursada y de brindis, descorchó y comentó los vinos de la velada. El Chardonnay de Bodega El Zorzal lo sorprendió por su paso por barrica y una cremosidad bien marcada: un vino de bastante carácter, dijo, mientras giraba la copa con gesto experto. Y el Torrontés, originario de las alturas de Cafayate, un vino seco y floral con notas de frutas tropicales como mango y pelón o durazno blanco, aportaba un dejo exótico que encantó a todos. Fue tal el entusiasmo por el Torrontés, pensado para cocinar, que terminó evaporado en el aperitivo. ¡Ni una gota llegó al risotto!.
Pero al fin y al cabo, de eso se trata: poner algo —un vino, una receta, una historia— y dejar que lo compartido haga su magia.
Esta receta no es solo una guía: es el resultado de un momento compartido. Porque en la cocina, como en la vida, lo más importante no es lo que se sirve en el plato, sino con quién lo compartimos.