Durante mucho tiempo el ser humano, y el argentino carnívoro en general, sostuvo la teoría que ninguna comida era una comida si ésta no incluía carne o, en su defecto, alguna proteína. Generaciones y generaciones de comensales que entendieron a la ensalada como un acompañamiento más. Pero, ¿por qué una ensalada no puede ser un principal?
Los platos pesados y calóricos son completamente entendibles cuando las temperaturas lo ameritan. Nunca será lo mismo acompañar el frío del invierno con un guiso que con cualquier otra comidita light que consumimos en el afán de mantener la dieta que venimos sosteniendo desde la primavera anterior. De hecho, el cuerpo humano consume mucha más energía calórica durante las épocas de frío, por lo que es hasta sano ingerir cierta cantidad de lípidos e hidratos de carbono.
Pero esa excusa queda absolutamente trunca durante el verano, no sólo porque nuestro cuerpo no necesita esa energía sino porque además la sensación de comer un guiso de porotos con más de 30 grados no es la misma que con menos de 15. Y es en este cálido terreno donde las ensaladas, bien preparadas, sustanciosas y deliciosas, toman el poder.
Como muy pocas personas se tientan con una ensalada mixta, resulta necesario buscar alguna trampa para que el paladar se sienta satisfecho, y no sólo nuestro estómago. La ensalada Caesar es un ejemplo claro de lo que significa una ensalada con cuerpo y que, además, es un clásico fácil de preparar.
Esta receta, que según cuenta la historia fuera inventada por un cocinero mexicano en la Baja California cuando un aviador estadounidense solicitará un plato fuera de turno y el cocinero, César, juntara los ingredientes que le quedaban disponibles, consta de pocos ingredientes que podemos encontrar en cualquier mercado.
Como toda receta clásica, cada cocinero tiene su manual propio para preparar una ensalada Caesar. Centrémonos en lo original y podremos ir, luego, agregando algunos condimentos extra para potenciar esos sabores. Una ensalada Caesar clásica lleva lechuga, croutons -o cubos de pan frito-, queso parmesano en tiras y el conocido aderezo Caesar. Nada más, tan simple como eso.
Primero prepararemos el aderezo. El aderezo tradicional, denso en su textura, se prepara mezclando crema fresca, huevos pasados por agua -con la yema aún en estado líquido-, salsa inglesa, un chorrito de un buen vinagre y, sal y pimienta a gusto. Por supuesto, y he aquí los adherentes, podemos agregarle algo de aceite de oliva, para reforzar el sabor, mayonesa, buscando estabilidad en la mezcla o anchoas picadas -muy común en ciertos restaurantes-. Las cantidades dependen de cómo nos guste la salsa. Si buscamos un aderezo más denso podemos agregar más crema, y si buscamos aligerarlo podemos incluso agregar algo de leche.
Aderezo en mano, el siguiente paso es armar la ensalada. Primero tomaremos la lechuga, romana preferentemente, en trozos grande o, incluso, sin cortar, y la dispondremos en un bol. Ahí mismo incorporaremos los croutons -que previamente habremos frito-, el queso en tiras y la salsa. Por supuesto, este es el momento de agregar, si lo quisiéramos, alguna proteína. Lo recomendado sería algunas tiras de pollo hechas vuelta y vuelta a la plancha o, más sabrosa pero menos sana, una tiras de panceta cocida al sartén.
Finalmente, mezclaremos con las manos para que la preparación no se transforme en un engrudo pesado de salsa y fibra, y lo presentaremos sobre un plato playo, también con las manos, buscando generar altura en la presentación y aire en la preparación.
La ensalada Caesar es otro plato tradicional que se puede maridar con una cerveza bien fría o, para conservar y mantener la figura que buscamos todo el año para el verano, con un jugo natural o, sencillamente, agua. Un clásico tentador para mantener la figura mientras nos damos nuestros gustos.